A partir de la década del 90, la crisis de la democracia liberal se vincula con múltiples causas, las cuales generan fracturas entre la ciudadanía, los gobernantes y las instituciones. La crisis se puede resumir bien en la siguiente frase: “los políticos no nos representan”. En América Latina, esta situación se ha expresado en movilizaciones y protestas sociales, espacios donde son evidentes el desprecio de sectores sociales por las élites políticas y económicas, el descontento con los manejos de la economía, con los vínculos entre criminalidad y política, los casos de corrupción y la desigualdad persistente. Mediciones de opinión en la región como el Latinobarómetro confirman esta crisis que también está acompañada del aumento de la violencia policial, crecientes cuestionamientos a la gobernabilidad, mayor victimización por el aumento de la delincuencia urbana. Las respuestas estatales a estos descontentos violan, en muchas ocasiones, los Derechos Humanos y van acompañadas de una progresiva militarización de la seguridad.
Aunque algunos trabajos académicos consideran esta crisis como un problema de representación, otros regresan a los análisis de la sociología histórica para el fenómeno en términos de los procesos de democratización y las transiciones en la región. También están aquellos que buscan explicar la crisis a partir de una aparente ausencia de liderazgos y renovación en la política. Sin embargo: ¿cuáles son los factores que hacen que la sociedad no se sienta representada por los políticos, los partidos políticos y las instituciones en general? ¿Cuáles son las manifestaciones e implicaciones de esta crisis?, ¿cómo varían en diferentes países, regiones?
En este dossier de la revista Desafíos buscamos trabajos empíricos que permitan discutir estos temas desde respuestas novedosas a partir de lo que, en algún momento, autores como Bobbio denominaron las promesas incumplidas de la democracia: secreto, representación y desigualdades. Secreto se refiere a aquellas relaciones entre políticos y criminales que se expresan mediante la financiación ilegal de campañas, los manejos informales e ilegales de las dinámicas y tendencias de la seguridad e inseguridad en las ciudades y Estados; o el establecimiento de órdenes crimilegales en los territorios con presencia de grupos armados, etc. Esta situación genera una crisis de legitimidad al enfrentar a la sociedad a una paradoja, pues esta no reconoce diferencias entre políticos y criminales. De igual forma, el incumplimiento de la democracia ha ocurrido cuando los Estados no han podido eliminar los poderes secretos y no garantizan la transparencia en sus acciones, lo que genera una dualidad en el Estado: el visible y el invisible.
La segunda promesa incumplida se refiere a los problemas de la representación política, uno de los pilares fundamentales de la democracia moderna. La constante desconfianza y el hastío de los ciudadanos con las tradicionales instituciones de representación política, tales como los partidos políticos, los parlamentos o los sindicatos son prueba de ello. Esto ha generado que la democracia pierda respaldo y, entre distintos sectores sociales, aumente la percepción de la corrupción, disminuya la participación política-electoral, se rompan los “cordones sanitarios” contra los partidos de extrema derecha, surjan políticos mesiánicos, entre otras. Asimismo, el incumplimiento de la representación política se expresa dentro de estas mismas instituciones; evidencia de ello es la exclusión de las mujeres y los jóvenes en los distintos cargos de poder y la marginación de, por ejemplo, los migrantes en los asuntos públicos.
Por último, el incumplimiento de la democracia también puede estar relacionado con la desigualdad en términos políticos, económicos y de exclusión social. Este ha sido recurrente en la región y, desde los años sesenta, ha existido una amplia producción académica al respecto. Por ejemplo, el impacto de las desigualdades ha generado en los ciudadanos la percepción de la nula capacidad de influir en los asuntos públicos y, por eso, ha afectado el ejercicio de la ciudadanía. Como resultado de esto, las desigualdades persistentes en las sociedades también han desembocado en la desigualdad de influencia. Frente a la cuestión económica, surge la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto las desigualdades mencionadas pueden ser compatibles con la democracia? De esa manera se plantea la existencia de una tensión entre la idea de la igualdad política que prometió la democracia y las desigualdades económicas que han surgido bajo el sistema económico actual.
Este dossier busca recoger diversas miradas sobre las crisis de la democracia en América Latina a nivel nacional y subnacional. Esperamos manuscritos que aborden la desafección ante las expectativas no cumplidas de la democracia a partir de las tres líneas generales: secreto, representación y desigualdades. Los manuscritos postulados podrán abordar diversas particularidades dentro de estas líneas como igualdad de oportunidades, seguridad, participación y representación política, transparencia, corrupción política, desconfianza en las instituciones, condiciones materiales, entre otras. Esperamos que las investigaciones tengan una dimensión empírica desde cualquier enfoque teórico o metodológico y desde disciplinas como la Ciencia Política, la Economía, la Sociología, la Antropología, entre otras. Además, se priorizarán aquellas investigaciones que se hagan desde una perspectiva comparada.
Enlace: https://revistas.urosario.edu.co/index.php/desafios/announcement/view/192
Editan este número:
Diego Alejandro Casas-Ramírez (FLACSO, Ecuador), Angélica Durán Martínez (Universidad de Massachusetts Lowell, Estados Unidos) y Pedro Piedrahita-Bustamante (Universidad de Medellín, Colombia).
Fecha de cierre: 31 de enero de 2024